Los mecanismos de la memoria siempre resultan misteriosos, más aún cuando llegamos a la edad en la que miramos nuestro pasado y comenzamos un inventario de los sucesos de nuestra vida. Al igual que en la historia del dulce de magdalena de Marcel Proust, los eventos que pueden tener un gran poder de evocación en nuestra mente suelen ser los más simples y sencillos, a menudo acontecimientos nada espectaculares.
Recuerdo de mi niñez cómo mi papá y yo construíamos cometas de papel y jugábamos con ellas en lomas y llanos, lugares que, lamentablemente, ya no existen hoy en día. También rememoro de mi primera juventud, a principios de los ochenta, el hecho de haber leído en la revista de la antigua República Federal de Alemania llamada "Scala", que llegaba a Puerto Rico, un encantador reportaje sobre unos artistas maravillosos a los que llamaban "Los Ingenuos". Estos pintores, a través de su sencillez y espontaneidad como autodidactas, parecían estar embarcados en una cruzada de naturaleza más filosófica que artística, ya que abogaban, a través de su arte, por el retorno a una forma de vida más natural y sencilla, por una vida más humana y espiritual. Menciono la espiritualidad en el arte porque en la actualidad contamos con muchos artistas plásticos cristianos; sin embargo, producimos muy pocas obras de arte plástico que puedan representar este modo de vida.
Todo esto lo menciono porque, en honor a la verdad, debo reconocer que en nuestro país se ha levantado una voz que clama en el desierto. Hoy en día, podemos escuchar con claridad la voz profética de un artista que nos dice a los puertorriqueños, a través de cada uno de sus cuadros, que debemos volver a una forma de vida más sencilla y en armonía con el universo. Este artista se llama José Luis Díaz. Me resultaría fácil encasillar la obra de Don José como una de carácter costumbrista, naïve o ingenua, pero todos estos conceptos resultan ser, al fin y al cabo, solo etiquetas. Yo prefiero ver su obra como una en la que lo primero que salta a la vista del espectador es su inocente espiritualidad y su sencilla armonía. Este género artístico, a menudo obviado y despreciado por la crítica de arte, resulta ser el más cercano al corazón del pueblo. Creo que en esta conexión con el pueblo reside su vigencia y también garantiza su futuro.
No es de extrañar que la pintora más admirada por el pueblo norteamericano sea Georgia O'Keeffe, sin embargo, la pintora amada con más ternura por ese mismo pueblo sea Grandma Moses. Le deseo muchos años de vida a Don José Luis Díaz y espero que su obra perdure. Para él van mis mayores respetos y una gran admiración.
EL PRESIDENTE EISENHOWER LE PIDIO A LA PINTORA GRANDMA MOSES QUE LE HICIERA UNA PINTURA HISTORICA SOBRE EL 4 DE JULIO Y ESA OBRA MARAVILLOSA SE ENCUENTRA EN EL MISMO SITIO EN LA OFICINA PRESIDENCIAL COMO TESTIGO DE UNA HISTORIA""
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