"Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo" (Elie Wiesel). Me hubiera gustado que la historia que voy a contar a continuación fuera fruto de mi imaginación, que fuera ficticia, pero no lo es. Lo que voy a relatar es una terrible historia que mi padre me contó en varias ocasiones. Para situarnos en tiempo y espacio, considerando que mi papá nació en 1922, y según su recuerdo, al momento del suceso tenía aproximadamente 13 años, nos remontamos al Guaynabo rural de 1935. El mismo año que un abogado mayagüezano llamado Rafael Martínez Nadal se trasladó a vivir a nuestro pueblo, que en aquel entonces era paupérrimo y miserable, habitado mayormente por jibaritos como los miembros de mi familia: asmáticos (enfermos de "fatiga", como se conocía al asma bronquial en esa época), flacos y lombricientos. A pesar de las penurias y de que aún se sentían los estragos dejados por el huracán San Ciprián de 1932, en los barrios de Guaynab
Hoy recibí en mi hogar una obra del renombrado pintor expresionista puertorriqueño, el gran Vicente Ydrach . No puedo sino sentirme profundamente afortunado de que esta maravillosa pieza forme parte de mi colección. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a Vicente; prometo cuidar y atesorar esta obra con el mayor de los cuidados. Su arte ha enriquecido mi vida de manera especial durante años.