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Sobre la Espiritualidad en el Arte.

Virgen de la Merced, José Campeche (1751-1809) 
    A diferencia de la espiritualidad religiosa, la espiritualidad en el arte no tiene un carácter trascendente, sino inmanente. Esta espiritualidad no puede separarse de la obra artística; es indivisible de la misma, vive en un eterno presente y no existe fuera de su propio entorno. Su influencia sobre el espectador perdura en la medida en que la experiencia artística persiste en la memoria individual o colectiva del ser humano. La espiritualidad en la obra de arte siempre es laica, incluso en los casos en que el tema de la obra sea religioso. Cualquier persona, independientemente de sus creencias o falta de ellas, puede entablar un diálogo espiritual con una obra de arte perteneciente a cualquier credo religioso o incluso a la falta de credo.

Por esta razón, el arte es de naturaleza universal, y cada obra artística es un portal que nos da acceso al espíritu de la humanidad entera. De no ser así, las obras de grandes artistas ateos como Aleksandr Pushkin, Frida Kahlo, Diego Rivera, Pablo Picasso y Albert Camus carecerían de toda espiritualidad. En toda apreciación del arte subyace un elemento no racional sin el cual no podríamos adentrarnos en el universo sublime y numinoso del artista. Dicho esto, podemos afirmar que ninguna gran manifestación artística puede ser sometida a un análisis estrictamente lógico en su totalidad. El arte nos transforma, nos modifica y condiciona, y como cualquier sentimiento, no puede ser plenamente explicado. Como mejor lo expresó Vassily Kandinsky en su ensayo de 1912 "De lo Espiritual en el Arte": "Toda obra de arte es hija de su tiempo y, muchas veces, es madre de nuestros sentimientos".

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